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Carismáticos

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Salustiano Hoyo
 

     Érase una vez .... en un pequeño pueblo de la sierra, rodeado de montañas y verdes pinos que, por entonces contaba con algunos habitantes más que ahora; la gente trabajaba la tierra, acarreaba la siega, trillaba, cocía el pan en hornos de piedra del cual se alimentaba; la población, poco a poco, crecía.

     En la calle principal, Carrera, se hallaba situada una pequeña tienda de comestibles o ultramarinos, es decir, que se vendía toda clase de artículos; a veces, muchas veces, se compraba y vendía a través de trueques o cambios (media docena de huevos por 1 kg. de lentejas o una cesta de patatas por una botella de aceite).

     El dueño de aquella pequeña tienda se caracterizaba, además, porque fabricaba su propia gaseosa con el sobrenombre de «La Bigotosa», por lo que los vecinos lo llamaban así cariñosamente. 

     La vida transcurría tranquila, con las particularidades cotidianas y anecdóticas que conlleva vivir en el entorno rural, pero Salustiano Hoyo Eslava -pues así se llamaba el propietario de aquel pequeño comercio de Villar del Humo- tenía un sueño, como la mayoría de todos nosotros, que pronto, se convertiría en realidad.

     Se presentó como candidato a la Alcaldía de su municipio; la Guardia Civil, con el puesto en Cardenete, enviaba las candidaturas a Cuenca, donde se gestionaba la elección de la persona que creían la más idónea para ocupar dicho puesto y cumplir su cometido.

     Cuando a Salustiano le comunicaron que sería el nuevo Alcalde ... ¡se sintió feliz!

     Empezaba así una ardua y complicada tarea, pero la ilusión, las ganas de trabajar por su pueblo, amigos y vecinos... lo superaban todo, se había propuesto respetarlo y cumplirlo, y lo cumplió durante seis años, desde 1962 hasta 1968.
  


Salustiano Hoyo.

Se rodeó de los Concejales que tenían depositada en él su confianza: D. Pascual Ramos, D. Faustino Martínez, D. ]osé Ramos, D. Justo Cerdán (con el que ahora puede conversar de sus cosas), D. Aurelio Hoyo, D. Julián Ferrer y D. José Murciano, los cuales se reunían y tomaban las decisiones más convenientes para llevar a cabo mejoras en la pequeña localidad.

     El Ayuntamiento entonces, no disponía de una lujosa economía, por lo tanto uno de los acuerdos fue llamar a los vecinos para que cada día, sin gratificación alguna, acudiesen por medio de unas listas y por turnos, a trabajar en la pavimentación de las calles;  los vecinos respondieron positivamente, y gracias a la

colaboración de todos,  se pudo pasear con tacón de aguja. A este tipo de trabajo se le denominaba trabajo «a concejá» para el Ayuntamiento. 

     En otra ocasión, muy acertada por cierto, se acordó en embellecer el pueblo por medio de jardines, árboles, rosales.... lo cual tuvo su recompensa por la cooperación del vecindario, que engalanaron fachadas y balcones como si de una gran fiesta se tratara; el esfuerzo sirvió de mucho porque como reconocimiento, el Gobernador Civil de Cuenca, lo felicitó concediéndole un Diploma con la Medalla de Oro de la Orden de Cisneros, como mérito a su trabajo, el Ayuntamiento recibió el diploma de Honor, el premio estaba dotado de 600.000 pts. (de aquel entonces), el cual volvió a repetirse algunos años más tarde, así que podéis imaginar la alegría de la comunidad.
  

No cabía en sí de gozo, no daba crédito a que, aquello que realizaba con tanta ilusión fuese gratificado tan generosa y lealmente, ya que le gustaba lo que hacia, lo vivía; no era perfecto, era humano pero... ¿consiguió su propósito?, la respuesta está en el corazón de quién lo conoció y sobre todo en la ilusión con que lo vivió.

     La motivación y el empeño por seguir adelante adquirió importancia, se llevaron a cabo arreglos y mejoras tales como la edificación de las escuelas, casas de maestros y médico, lavaderos públicos, etc.


Saustiano Hoyo con su hija Pili, 
Ismael y el perro Luisito.

El día que fue cesado de su cargo, en el año 1968, una lágrima pura y limpia cual gota de lluvia, llena de resignación y nostalgia, acarició su mejilla, solo pudo pasear a orillas de «su» Cabriel y pensar...

     Su vida continuó, con ella su trabajo de «tendero», ya había dejado «La Bigotosa» para dedicarse plenamente a su negocio; siguió disfrutando de buenos amigos y... ¡volvió a sentirse feliz!

     El pueblo por otra parte, seguía igual; el tiempo pasaba y... otra vez, sin pretenderlo, se repite la ocasión de volver a presentarse a aquella Alcaldía en la que tanto se había volcado, ¡vaya!, ¿qué hacer?, la verdad era que la idea le atraía, todavía no se había apagado la llama de la ilusión, pero.... existía algo con lo que Salustiano nunca había contado, su destino, no pensó por un momento que esta vida, que a todos nos espera al final del camino, a él también lo esperaba, aunque... a mitad del camino. 

     No le dio mucho tiempo a pensar, a dudar, a imaginarse por segunda vez en el mismo lugar, no pudo, mientras acariciaba esa idea ya casi convencido, ese fatal -en este caso- destino, truncó sus sueños, lo arrulló entre sus invisibles brazos y lo durmió sin apenas darse cuenta.

     En esta ocasión ¡sí!... ¡volvió a sentirse feliz!, pero ya no aquí, sino en un mundo en el que quizás, sea el Alcalde más BIGOTES de todos los Alcaldes.

« Si poesía es la vida
y la vida es un teatro,
vivamos con la sonrisa
de hacer teatro ... 
toda una vida».

Pilar Hoyo.

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