Logotipo de la Asociación Cultural Kelatza

 Retrato antropológico (1)

.  

 

 
Cada clan tiene su grupo de jóvenes kelatzaráis. Cuando llega la primavera, Kelatza se prepara para la gran fiesta donde se forman los nuevos guerreros kelatzaras. Los jóvenes kelatzaráis, acompañados de los niños, salimos al monte a cortar los mejores pinos y los traemos a brazo. Vamos al tejadal y cortamos ramas de tejo para adornar los pinos. Para nosotros el tejo es sagrado, es un símbolo de lucha. Con él hacemos nuestros arcos y flechas y es parte importante en las ceremonias. Cada clan monta su arco con pilastras de pino dobladas por sus puntas y atadas formando un arco y adornándolo con ramas de tejo. En la Plaza de Kelatza, todos los clanes traen gran cantidad de leña, para la gran sagata de la noche y montan cuatro grandes arcos juntos para la danza final de los kelatzaráis. 
  

Cada clan se reúne bajo su arco de pino y tejo y los jóvenes kelatzaráis danzan dando saltos al son de la flauta y el tambor. Cuando llega la noche, marchan en columna precedidos por el flautista y el tamborilero camino de la plaza, seguidos por todo el clan: hombres, mujeres y niños, cogidos de la   mano.

A mi columna le hemos puesto el nombre de Ur (agua). Al llegar, todos los clanes y columnas, nos reunimos alrededor de la gran sagata. Bailamos y cantamos haciendo círculos en torno al fuego. Cuando éste se convierte en ascuas, el Chamán toca la dula. Todos callamos. Es en ese momento cuando los jóvenes kelatzaráis nos preparamos para pasar descalzos por encima de las ascuas. Ses (toro) es el primero en pasar, lo mismo hacen los demás, yo trago saliva y también paso, piso fuerte las ascuas para no quemarme. Mi primo Aber (honda) y otros tres, no se atreven, son demasiado jóvenes. Este año no podrán ser guerreros kelatzaras. Bajo los cuatro arcos, ocho adultos y fuertes kelatzaras sostienen con sus hombros una tarima de madera; a mí me toca danzar encima de ella: es el honor que nos corresponde a mi columna y a mi clan por haber montado el mejor arco de pino y tejo. Se hace un gran silencio, bajan la tarima y subo encima, me elevan hasta sus hombros y empieza a sonar la flauta al tiempo que canta la sorguiñandia (sacerdotisa) de Kelatza. Mientras ella canta, bailo la danza de la guerra. Cuando termino un silencio de emoción lo envuelve todo. De pronto gritamos: ¡Rejiji, rejiji!. Ya somos guerreros kelatzaras. 

¡Vivan los kelatzares! 

Vicent Navarro.
 

[Índice [Editorial [Arte rupestre [Eventos [Retrato antropológico [Folclore
[Palabras al viento
[Gastronomía [Flora  [Fauna [Nostálgicos [Miscelánea
[Rincón del bardo [Carismáticos [Podium [En blanco y negro]

Ir a Contenidos