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Carismáticos

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Hablemos de paz, esa paz que, interiormente todos buscamos, aunque solamente algunos tengan  el beneplácito de encontrarse con ella, mientras que otros, se pasan la vida indagando el significado de tan magnánima palabra que tanto nos intenta decir.

Hablemos también de guerras, pues últimamente parecen estar tan de moda entre nosotros; existieron, existen y, aunque nos cueste aceptarlo... existirán.

¿Recordáis a tantas personas que se han encontrado, por los avatares de la vida, en alguna de esas guerras que hemos leído en los grandes relatos históricos, o bien que hemos estudiado en

la escuela, hemos visto en las películas..., rememorando hechos que la gente de a pie, en algún momento, ha vivido?

Una de esas personas que pasó desapercibida por este mundo tan real, fue el Sr. Gregorio Ramos Ávalos, apodado "El Pío": ya que su padre se llamaba Pío, a pesar de que más de uno hayamos pensado en alguna ocasión que este mote pudo dar lugar a burlas debido a la ignorancia y desconocimiento de estas pequeñas anécdotas.

Era natural de nuestro pueblo, ahora tendría 90 años, toda una vida que apenas vivió. Siendo niño conoció la guerra y todo lo que lleva consigo este tipo de catástrofes, apenas acudió a la escuela para saber que la guerra formaba parte de nuestras vidas (mucho más de la suya algunos años más tarde). Cuando tuvo la edad suficiente, se alistó como voluntario en el Batallón de Cuenca, donde los soldados tenían un lema que decía así:

Este Batallón de Cuenca 
tiene temple de acero, 
ni le tiembla a los cañones 
ni tampoco a los morteros.

Formó parte de la Brigada de Choque en África, pasando por Pozoblanco (Andalucía), allí sonaba a otro cantar que alentaba a más de uno y a todos hacía vibrar:  

Las muchachas de Hinojosa 
le dijeron al Comandante 
si se marchan los de Cuenca 
nosotras vamos delante.

 Su cargo en estas lides era de camillero, por lo cual le tocaba entrar en combate para recoger a los heridos tan pronto como le era posible; la suerte -en este terreno- si lo acompañó durante su estancia en la Legión como si de una fiel y gran compañera se tratara, ya que no resultó gravemente herido mientras duró su alistamiento, tan sólo una quemadura en la mano que, gracias al vasto cinturón que llevaba no hubo más que lamentar, por lo tanto pudo cumplir con la tarea que tenía encomendada.

Viajó por gran parte de España: Guadalajara, África, Canarias, Sigüenza ..., compañero del Sr. Macario, el Sr. Anastasio, el Sr. Simón Luján, y tantos otros de quien desconocemos sus nombres (para ellos también este pequeño recuerdo-homenaje), pero su estancia no era vacacional sino todo lo contrario, allí donde se requerían sus servicios allí se presentaba, como si dijésemos "al tajo"; se comprometió como voluntario y así lo hizo, con la complicidad que aporta un gran servicio de humanidad hacia los demás. Quizás por eso y mucho más, recibió una Medalla por Mérito de Guerra.

 Participó activamente en La División Azul y ..., superando la prueba volvió a su tierra, uno entre cientos, ¿quién no recuerda, aunque vagamente, aquella oscura casa, vacía del aliento de una familia; aquel lúgubre hogar, habitado por el calor del fuego bajo la chimenea y el candil, que formaba parte de tantos hogares por aquel entonces, iluminando los muchos y cansados recuerdos de una imagen que lo persiguió el resto de su vida?

 Solitario, de serio semblante, robusto y corpulento, su rostro cabizbajo le hacía aparentar un anciano, nunca se desprendía de su boina negra que, resguardando sus cabellos canos, parecía protegerlo, al mismo tiempo, de las torpes y agudas miradas de los demás que, sin pretenderlo, causaran algún que otro malentendido.

 Tenía un bonito hobby bien conocido por todos: le gustaba acariciar las dulces notas musicales en su acordeón; los jovenzanos y los no tanto, iban a su casa y lo animaban para que, al compás de sus melodías pudieran danzar en la cocina de su vivienda, para este menester, retiraban la banca de madera donde tantas veces recostaba sus sueños y, cuando lo convencían... empezaba la fiesta.

 Su familia nunca lo abandonó, tanto su hermana María como su cuñado el Sr. Mariano, siempre estuvieron con él. Debido a su timidez no quiso viajar a Cuenca para ser reconocido como voluntario de guerra, por lo tanto el Sr. Cohete no le pudo ayudar porque desconocía su existencia después de la guerra, tampoco quiso ir a Zaragoza, siempre hubiese tenido un trabajo, así que nunca llegó a disfrutar de la paga que le correspondía por su participación en la guerra, aunque sí participó en un gran relato de la historia y de la vida, además de ser su protagonista.


"Una guerra, 
un mundo; 
más guerras en el mismo mundo. 

La gente sueña, 
las guerras suenan 
y...,
queriendo o sin querer 
asolan los sueños".  

Texto: Pilar Hoyo,
con la colaboración del Sr. Mariano Esteban Ferriz, cuñado de Gregorio "el Pío".

 

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